Humahuaca. Sus jóvenes

Prof. Osvaldo Maidana

Era el insight que reclamaba el cambio en la conducción de los modelos importados de la educación, por ahora tradicionales.
Percibimos la resolución de que asumían los compromisos necesarios para demostrar que la juventud es universal e intemporal. Que allí se encuentran las fuerzas y la dinámica, necesarias para resolver los problemas, también intemporales y universales.
Decíamos que el niño, al inventar sus propios juguetes, se convertía en el verdadero creador de su cultura. Por lo tanto, aquella juventud se predisponía a intermediar entre las generaciones, para actualizarlas permanentemente.
Cabecera fisiográfica de una cultura milenaria – “Omaguaca”-, Humahuaca transporta en su denominación los vestigios de los álgidos momentos de la “Conquista”, la “Colonización” y la “Evangelización”.
Sus calles y su templo hacen juego con el edificio de la Escuela Normal, formadora de maestros para la región.
Más, como todas las escuelas del País, no logran superar la situación manifiesta de la dominación.
Una pregunta interrumpió el diálogo: “¿Llegaría la Argentina a tener un presidente indígena?”.
¿Qué implicaba la pregunta?
¿Talvez el sentimiento sub-consciente de la marginación? ¿La esperanza de la reivindicación cultural, dañada ésta en sus raíces, que es lo que impide el resurgimiento de la “Identidad Cultural”, esto es, la opción existencial por esta tierra continental?
Habíamos explicitado el contenido de los términos “Pacha” y “Mapu”, pretendiendo asumir parte de la Cosmovisión en las dos regiones del País: el Norte y el Sud.
No se hizo esperar la voz del o la joven: “¿Quién educará a los jóvenes en la cultura de ésta región?”. “¿Cómo hacemos para acercarnos a nuestra cultura?”.
¿Acaso la docencia argentina está ausente?
Creemos que no es el docente. Es el sistema aferrado a una tradición, impertérrita e inconmovible, que no admite críticas, modificaciones, cambios.
El País, a partir de la frase trucha del Alberdi: “gobernar es poblar”…(1), dio por finalizados los derechos correspondientes a los “originarios”. A partir de allí, el País recibe la denominación demoledora de “Argentina” como el Continente lo fué con el de “América”.
Es el comienzo de un largo período, el que al entrar en crisis debido a las carencias del sustento psico-social de la Identidad Cultural, nos transformó en una masa indiscriminada y amorfa. Mera población.
La riqueza de los esfuerzos milenarios pre-colombinos para aceptar las DIFERENCIAS culturales, sobre la unidad de las especie, pasaron al olvido.
En esta Abyayala se había resuelto el problema del ego-ismo y la egolatría dando lugar al nacimiento de la “Comunidad”, como paradigma básico de organización social y la consecuente conducta del “ayni-ruway” o apoyo mutuo, esencial para comprender la economía cualitativa de la retribución.
Nuestra crítica a Sarmiento, perturbó.
Las preguntas de los y las jóvenes, responden al orden institucional.
Es posible y explicable que les cueste admitir lo del profundo desprecio que tanto Sarmiento como Alberdi, no sólo explicitaron hacia los pueblos herederos de los “originarios” y sus culturas en Argentina, sino también la de aquellas generaciones que alcanzaron su máxima expresión con los genocidios injustificables llevados a cabo por camadas de homicidas a cuya cabeza se encuentra Julio Argentino Roca.
Ello explica la situación actual del País, donde se continúa justificando lo injustificable, a través de una narrativa viciada y distorsionada.
La pregunta, no sorprende: “¿Si nosotros no somos indios cómo nos consideran?”.
Es evidente que los doscientos años de la conformación del País, no han modificado a los trescientos precedentes.
Las relaciones internacionales en el Planeta Tierra no logran arribar al reconocimiento, de que el empleo incorrecto e incomprensible de la violencia o agresiones mutuas, suplantando el diálogo respetuoso, impide la verdadera convivencia, plena de tolerancia a pesar de las diferencias, las que enriquecen a la especie.
Sólo alcanzamos a mencionar el símbolo arquetípico; esto es, la wiphala.
“La unidad en las diferencias”. “La propiedad compartida”.
La atención que dispensó esta juventud, sus preguntas e interrogantes espontáneos, ¿no estarán significando la urgencia de buscar nuevos caminos, emprendimientos y métodos para la construcción de un nuevo tiempo?
¡¿Será posible que el docente no lo perciba y se haga el distraído, mirando para otra parte?
¡¿Vamos a admitir que la burocracia institucional sea tan poderosa que impida la corrección de los modelos que continúan vigente y conducen generación tras generación a un vaciamiento de la dignidad, pervirtiendo el ansia de vivir cada día mejor?
Invitamos a la urgencia del rescate de nuestra IDENTIDAD CULTURAL.

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